LA MUERTE DE LA
CONCIENCIA
Pájaros con picos de navaja
hurgan sobre greñas encrespadas
abren huecos en el porvenir
taladran la tierra fértil
sacan las raíces
dejan inservible al sol
los días ya no se cuentan
no cuentan
desamparo en la ciudad
la arboleda se extingue
sepultada por avalancha de
concreto
Sodoma y Gomorra
Barrio de los sosos
el gueto se extendió sin disimulo
los insaciables arañan las
paredes
vacían sus vientre distendidos
en los caminos a sí mismos
el diablo los visita y
es recibido sin bonanza
con el caldero vacio
con la estopa en la boca
con el humo en la cara
aberrados se comen los deseos
abren la bocaza y vomitan los
espejos
el festín es un todo viernes
giro irremediable
las cabezas se desprenden
como globos se alejan más allá
del aire
para el chacal no hay nada
mascota inadvertida
todo se repite
la eyaculación para un solo molde
fertiliza testaruda plaga
rostros invisibles
han olvidado su potencial
semejanza
no saben del retorno
la vida dista de ser maestra
deja su huella y al instante
la calzó la nada
su hijo es el
hereje
sangre de entenado
la historia empieza desde su
propia muerte
navaja de mariposa
en el pecho su funda ignominiosa
con ella se escarban los ojos
para ignorar al que no quieren
invocar
ciudad herida que chorrea hijos
purulentos
lo que comen no sacia el apetito
de la muerte
ella desdeña lo inherente
alma inerme que flota, asciende y
se arrastra
de inútiles significaciones
paria ante sí y espejo roto en el
otro.
LETICIA DIAZ GAMA